El 27º Salón Internacional del Cómic estaba mayoritariamente lleno de adolescentes histéricas que me habrán dejado con una atrofia crónica de tímpanos, de gente que todavía no se ha enterado de que de momento no hay restricciones de agua por la sequía y pueden utilizar sin miedo el agua y el jabón y de esperpentos disfrazados que creen que deben ser muy fashion cuando lo que debería decirles alguien con sentido común es que lo que realmente son es ridículos.
Supongo que haber cambiado la fecha no variaría en nada estas apreciaciones. Lo que sí ha modificado el haber ido hoy en lugar del lunes es el hecho de que le he perdido cualquier tipo de respeto a una ilustre "ilustradora".
Victoria Francés tenía prevista la firma de libros en el stand de Norma Cómics a las 10:30 de esta mañana. Con unos minutos de retraso se aposentaba en la silla que le había sido adjudicada, mientras la cola iba creciendo cada vez más.
Nosotros, que llevábamos en la misma media hora (desde que han abierto las puertas), teníamos en ese momento a unas 15 personas delante. Con una inocencia digna de una virgen vestal hemos pensado que en media hora más tendríamos el libro firmado y podríamos aprovechar para visitar el resto de stands sin las normales aglomeraciones que a servidora tan poco le gustan y que le hacen desear una masacre generalizada (y para eso nos hemos levantado temprano).
Pues iba a ser que no. A la hora de no movernos del mismo medio metro cuadrado hemos empezado a preguntárnos qué demonios estaba pasando. Los devotos que iban delante nuestro nos han sacado de la santa ignorancia en la que estábamos inmersos: La señora Francés, que hoy venía inspirada y dispuestísima a hacer las delicias de sus seguidores se ha dedicado, con toda la parsimonia de la que es capaz, a hacer dibujitos en las dos primeras páginas de cada libro. Con un promedio de 15' por libro, ya os podéis imaginar el resultado (y eso que se ha negado a firmar (solo firmar) a gente que llevaba tanto rato como nosotros esperando porque no se habían dejado los dineros en sus libros y solo portaban una hoja en blanco, con lo que hemos avanzado un par de puestos).
A las 12:30 se ha dado por satisfecha. Todavía teníamos a dos personas delante y muchísimas más detrás. Una de las agentes de Norma Cómics nos ha informado de que recogería 20 libros para que Victoria los firmara y que podíamos acercarnos a buscarlos antes de las 14h. Ante ese anuncio la batalla que ha empezado por ser uno de los 20 elegidos ha sido tremenda. Todos querían colarse, con el enfado natural de los que llevábamos tanto rato a pie parado y que solo permitiríamos que nos pasaran por delante si no nos convertían primero en cadáveres.
Por supuesto que lo hemos conseguido. Le he dejado el libro, el nombre al cual quería que fuera dedicado y nos hemos dispuesto a intentar ver algo del resto del salón, ya que a esas horas la afluencia era masiva.
Unos cuantos gruñidos y bufidos después, sin poder meter la nariz en muchos de los stands debido a la inmensa cantidad de energúmenos maleducados con mochilas cargadas hasta los topes que no miran a quién le arrean cuando se giran, hemos vuelto al box de Norma Cómics a preguntar si ya estaban los libros firmados. Nos dicen que todavía no. Yo ya estaba saturada y agobiada de deambular entre frikis y hemos salido fuera a respirar (y a fumar). En ésas estábamos cuando aparece la doña acompañada de su séquito, todo sonrisas y abrazos. Y la muy jodida, después del baño de multitudes, se aleja por la avenida Maria Cristina, en dirección a la Plaza de España.
Hemos esperado hasta las 13:50, aunque ya sabíamos lo que iba a suceder, pero por intentarlo que no fuera. Me acerco de nuevo al stand, y ante mi estupor me dicen que vuelva por la tarde, que Victoria se ha ido a comer y ha dejado los libros sin firmar. Por unos segundos me he sentido como si estuviera en un estamento oficial, delante de un funcionario cualquiera y su frase más manida: -vuelva usted mañana-. Quizá para Victoria nuestro tiempo no signifique nada, pero para mi, el mío es tan valioso como para ella el suyo. Y ni teníamos tiempo, y mucho menos ganas, de esperar a que le diera la real gana de volver de su ágape, que también teníamos hambre y planes tan importantes como llenar la nevera.
Si esa señora se hubiera dedicado únicamente a firmar en lugar de hacer el pamplinas, posiblemente todos los que estábamos en la cola habríamos salido de allí satisfechos, con nuestro ejemplar rubricado y tan felices como unas castañuelas. No niego que los que han tenido el privilegio de contar con un dibujo personalizado deben estar en la gloria, pero qué queréis que os diga, para mi ha sido un claro ejemplo de desconsideración, falta de respeto y de educación hacia la multitud que se apiñaba esperando y que se han quedado compuestos, con unos cuantos euros menos y sin su ansiada dedicatoria .
Supongo que los más incondicionales habrán vuelto por la tarde, unos a recoger el libro con la firma, y otros a volver a la cola con la esperanza de conseguir el tan preciado boceto. No lo sé. Lo que es yo, os aseguro que nunca voy a comprar nada suyo.
Ah, que no había quedado claro? El libro no era para mí. Ni siquiera es una de mis ilustradoras favoritas.
Supongo que haber cambiado la fecha no variaría en nada estas apreciaciones. Lo que sí ha modificado el haber ido hoy en lugar del lunes es el hecho de que le he perdido cualquier tipo de respeto a una ilustre "ilustradora".
Victoria Francés tenía prevista la firma de libros en el stand de Norma Cómics a las 10:30 de esta mañana. Con unos minutos de retraso se aposentaba en la silla que le había sido adjudicada, mientras la cola iba creciendo cada vez más.
Nosotros, que llevábamos en la misma media hora (desde que han abierto las puertas), teníamos en ese momento a unas 15 personas delante. Con una inocencia digna de una virgen vestal hemos pensado que en media hora más tendríamos el libro firmado y podríamos aprovechar para visitar el resto de stands sin las normales aglomeraciones que a servidora tan poco le gustan y que le hacen desear una masacre generalizada (y para eso nos hemos levantado temprano).
Pues iba a ser que no. A la hora de no movernos del mismo medio metro cuadrado hemos empezado a preguntárnos qué demonios estaba pasando. Los devotos que iban delante nuestro nos han sacado de la santa ignorancia en la que estábamos inmersos: La señora Francés, que hoy venía inspirada y dispuestísima a hacer las delicias de sus seguidores se ha dedicado, con toda la parsimonia de la que es capaz, a hacer dibujitos en las dos primeras páginas de cada libro. Con un promedio de 15' por libro, ya os podéis imaginar el resultado (y eso que se ha negado a firmar (solo firmar) a gente que llevaba tanto rato como nosotros esperando porque no se habían dejado los dineros en sus libros y solo portaban una hoja en blanco, con lo que hemos avanzado un par de puestos).
A las 12:30 se ha dado por satisfecha. Todavía teníamos a dos personas delante y muchísimas más detrás. Una de las agentes de Norma Cómics nos ha informado de que recogería 20 libros para que Victoria los firmara y que podíamos acercarnos a buscarlos antes de las 14h. Ante ese anuncio la batalla que ha empezado por ser uno de los 20 elegidos ha sido tremenda. Todos querían colarse, con el enfado natural de los que llevábamos tanto rato a pie parado y que solo permitiríamos que nos pasaran por delante si no nos convertían primero en cadáveres.
Por supuesto que lo hemos conseguido. Le he dejado el libro, el nombre al cual quería que fuera dedicado y nos hemos dispuesto a intentar ver algo del resto del salón, ya que a esas horas la afluencia era masiva.
Unos cuantos gruñidos y bufidos después, sin poder meter la nariz en muchos de los stands debido a la inmensa cantidad de energúmenos maleducados con mochilas cargadas hasta los topes que no miran a quién le arrean cuando se giran, hemos vuelto al box de Norma Cómics a preguntar si ya estaban los libros firmados. Nos dicen que todavía no. Yo ya estaba saturada y agobiada de deambular entre frikis y hemos salido fuera a respirar (y a fumar). En ésas estábamos cuando aparece la doña acompañada de su séquito, todo sonrisas y abrazos. Y la muy jodida, después del baño de multitudes, se aleja por la avenida Maria Cristina, en dirección a la Plaza de España.
Hemos esperado hasta las 13:50, aunque ya sabíamos lo que iba a suceder, pero por intentarlo que no fuera. Me acerco de nuevo al stand, y ante mi estupor me dicen que vuelva por la tarde, que Victoria se ha ido a comer y ha dejado los libros sin firmar. Por unos segundos me he sentido como si estuviera en un estamento oficial, delante de un funcionario cualquiera y su frase más manida: -vuelva usted mañana-. Quizá para Victoria nuestro tiempo no signifique nada, pero para mi, el mío es tan valioso como para ella el suyo. Y ni teníamos tiempo, y mucho menos ganas, de esperar a que le diera la real gana de volver de su ágape, que también teníamos hambre y planes tan importantes como llenar la nevera.
Si esa señora se hubiera dedicado únicamente a firmar en lugar de hacer el pamplinas, posiblemente todos los que estábamos en la cola habríamos salido de allí satisfechos, con nuestro ejemplar rubricado y tan felices como unas castañuelas. No niego que los que han tenido el privilegio de contar con un dibujo personalizado deben estar en la gloria, pero qué queréis que os diga, para mi ha sido un claro ejemplo de desconsideración, falta de respeto y de educación hacia la multitud que se apiñaba esperando y que se han quedado compuestos, con unos cuantos euros menos y sin su ansiada dedicatoria .
Supongo que los más incondicionales habrán vuelto por la tarde, unos a recoger el libro con la firma, y otros a volver a la cola con la esperanza de conseguir el tan preciado boceto. No lo sé. Lo que es yo, os aseguro que nunca voy a comprar nada suyo.
Ah, que no había quedado claro? El libro no era para mí. Ni siquiera es una de mis ilustradoras favoritas.
Por si todavía queda algún despistado, éste dibujo es de Luis Royo.