De qué hablamos las mujeres?
De sexo, naturalmente. Cuando nos reunimos mujeres sin tabúes, desinhibidas y liberales, hablamos de sexo sin restricciones de ningún tipo. Tan explícitas somos que podríamos sacarle los colores a cualquier hombre por experimentado que sea. Para nosotras es tan normal como conversar sobre el último trapito que nos hemos agenciado en el mercadillo.
Vernos en una tienda de juguetes eróticos es todo un espectáculo. Sopesando consoladores como quien sostiene una naranja, debatiendo sobre los distintos sabores de lubricantes, preguntando sin pudor ni vergüenza si las bolas chinas llevan mando a distancia o por los nuevos modelos de juguetes anales para hombres (que los hay y con premios de diseño).
Hablamos de lo que nos gusta, de lo que no, de juegos, posturas, formas, tamaños... y de gatillazos, por supuesto!
Los hombres (y hablo de los que se creen grandes seductores) llevan tremendamente mal el no estar a la altura de las circunstancias durante el primer encuentro sexual; aunque para ti no tenga la más mínima importancia que te fallen en el peor momento, para ellos es una afrenta grave. Personalmente, he tenido muy pocos primeros polvos que realmente valieran la pena, lo que, por otra parte, suele ser la tónica generalizada (aunque siempre habrá excepciones, por supuesto). No hay confianza suficiente, no a todos nos gusta lo mismo y la diversión, emoción y placer radican en descubrirse. El segundo suele ir mejor y con el tercero ya se obtienen algunos logros. Eso cuando aguantan el primero, claro!
Es evidente que nosotras llevamos ventaja en el tema. Siempre podemos fingir; a poco que sepamos sobre "efectos especiales", ni se darán cuenta. Y si no, os sugiero que recurráis a Meg Ryan en "Cuando Harry encontró a Sally". Pero para su desgracia y nuestro bienestar erógeno, cada vez somos más exigentes y no permitimos que se nos deje a dos velas, con lo que les toca esforzarse por complacernos.
Aunque la culpa de que algunos piensen que son la viva imagen de Casanova la tienen esas mujeres a las que todo les está bien y se dejan hacer. Porque una cosa es comprobar hasta dónde llega la capacidad del sujeto y la otra convertirse en mero objeto pasivo y cuando te preguntan (porque lo hacen!) si han estado bien, mentirle descaradamente diciéndole que es el mejor amante que has tenido. Qué de decepciones posteriores no han generado esas palabras...
Lo peor de todo no es que no sepan, o no sepan lo suficiente, sino que son tan burdamente prepotentes que no dejan cabida a la duda, con lo que se negarán a aprender convencidos de sus artes amatorias, básicamente sacadas de las películas porno, que vienen a ser como los cuentos de princesas de Disney para nosotras.
Qué sucede cuando les hundes en la miseria más absoluta demostrándoles que son meros aprendices? Si llevaran realmente el orgullo entre las piernas lo desempolvarían y se dedicarían a demostrarte empíricamente cuánto saben hasta que suplicaras clemencia, pero estamos hablando de machos humillados, por lo que casi con toda seguridad te espera una tocata y fuga, aunque no de Bach.
Así que menos fanfarronear y más practicar que, como dijeron los sabios, con la práctica se obtiene la perfección y no hay mujer frígida sino hombre inexperto, por lo que a ellos les toca emplearse a fondo y a nosotras exigir calidad y cantidad (a discreción de cada una) hasta considerarnos servidas.
PD: No os importe mostraros un poco egoístas, ellos han ostentado ese monopolio durante mucho tiempo.
De sexo, naturalmente. Cuando nos reunimos mujeres sin tabúes, desinhibidas y liberales, hablamos de sexo sin restricciones de ningún tipo. Tan explícitas somos que podríamos sacarle los colores a cualquier hombre por experimentado que sea. Para nosotras es tan normal como conversar sobre el último trapito que nos hemos agenciado en el mercadillo.
Vernos en una tienda de juguetes eróticos es todo un espectáculo. Sopesando consoladores como quien sostiene una naranja, debatiendo sobre los distintos sabores de lubricantes, preguntando sin pudor ni vergüenza si las bolas chinas llevan mando a distancia o por los nuevos modelos de juguetes anales para hombres (que los hay y con premios de diseño).
Hablamos de lo que nos gusta, de lo que no, de juegos, posturas, formas, tamaños... y de gatillazos, por supuesto!
Los hombres (y hablo de los que se creen grandes seductores) llevan tremendamente mal el no estar a la altura de las circunstancias durante el primer encuentro sexual; aunque para ti no tenga la más mínima importancia que te fallen en el peor momento, para ellos es una afrenta grave. Personalmente, he tenido muy pocos primeros polvos que realmente valieran la pena, lo que, por otra parte, suele ser la tónica generalizada (aunque siempre habrá excepciones, por supuesto). No hay confianza suficiente, no a todos nos gusta lo mismo y la diversión, emoción y placer radican en descubrirse. El segundo suele ir mejor y con el tercero ya se obtienen algunos logros. Eso cuando aguantan el primero, claro!
Es evidente que nosotras llevamos ventaja en el tema. Siempre podemos fingir; a poco que sepamos sobre "efectos especiales", ni se darán cuenta. Y si no, os sugiero que recurráis a Meg Ryan en "Cuando Harry encontró a Sally". Pero para su desgracia y nuestro bienestar erógeno, cada vez somos más exigentes y no permitimos que se nos deje a dos velas, con lo que les toca esforzarse por complacernos.
Aunque la culpa de que algunos piensen que son la viva imagen de Casanova la tienen esas mujeres a las que todo les está bien y se dejan hacer. Porque una cosa es comprobar hasta dónde llega la capacidad del sujeto y la otra convertirse en mero objeto pasivo y cuando te preguntan (porque lo hacen!) si han estado bien, mentirle descaradamente diciéndole que es el mejor amante que has tenido. Qué de decepciones posteriores no han generado esas palabras...
Lo peor de todo no es que no sepan, o no sepan lo suficiente, sino que son tan burdamente prepotentes que no dejan cabida a la duda, con lo que se negarán a aprender convencidos de sus artes amatorias, básicamente sacadas de las películas porno, que vienen a ser como los cuentos de princesas de Disney para nosotras.
Qué sucede cuando les hundes en la miseria más absoluta demostrándoles que son meros aprendices? Si llevaran realmente el orgullo entre las piernas lo desempolvarían y se dedicarían a demostrarte empíricamente cuánto saben hasta que suplicaras clemencia, pero estamos hablando de machos humillados, por lo que casi con toda seguridad te espera una tocata y fuga, aunque no de Bach.
Así que menos fanfarronear y más practicar que, como dijeron los sabios, con la práctica se obtiene la perfección y no hay mujer frígida sino hombre inexperto, por lo que a ellos les toca emplearse a fondo y a nosotras exigir calidad y cantidad (a discreción de cada una) hasta considerarnos servidas.
PD: No os importe mostraros un poco egoístas, ellos han ostentado ese monopolio durante mucho tiempo.