dimarts, 22 de febrer del 2011

Closing the Ring



Dos pares de calcetines, leotardos, pantalones, jersey, poncho, polar. No, no es la lista de lo que voy a llevarme para pasar el fin de semana, es justo lo que llevo puesto ahora mismo... Ya os podéis imaginar que no soy precisamente la viva imagen de la lujuria... y si no llevo más ropa puesta es porque no podría moverme.


Esta casa es fría, muy fría. Casi tanto como yo.

Cinco días con energúmenos de edades comprendidas entre los 7 y los 12 años hacen que me reafirme en mis creencias: con tantos niños abandonados, para qué traer más al mundo? si son todos unos delincuentes en potencia... Aunque con algunos tengo que hacer verdaderos esfuerzos para no soltar la carcajada... y me parece imposible que, después de solo cinco días, confíen en mí, me abracen y me cuenten sus problemas, por pequeños que puedan ser. Es bonito comprobar que en algunos todavía queda inocencia. No deja de ser una nueva experiencia. Si he toreado jefes difíciles, por qué no voy a poder con enanos bajitos? Pero os aseguro que, por mucho que me acabe gustando y que no descarte añorar a unos pocos de ellos, tendrían que practicarme una craneotomía para convencerme de hacer esto el resto de mi vida.


Cuando el pasado aparece en tu vida en plan tromba de agua parecida a todos los litros que necesitó James Cameron para rodar Titanic (sigo sin verla, que conste), qué puedes hacer tu? cerrar los ojos, aguantar la respiración y rezar para que la gigantesca ola no te ahogue. O eso o te agencias antes un submarino para preveer este tipo de acontecimientos. Por qué tiene que suceder todo al mismo tiempo? No puede ser de uno en uno, no, claro que no, sería demasiado fácil y a mí las cosas sencillitas no me van, mejor de tres en tres que es mucho más divertido y estresante.


Normalmente me gustan las sorpresas (agradables, obvio) pero creo que ahora mismo sufro un empacho de ellas. Por favor, quiero mi día a día rutinario, incluso tedioso, solo para poder volver a sorprenderme.


Un círculo no deja de ser una línea continua en la que no puedes determinar dónde está el principio ni el fin. Yo siempre he querido cerrar los círculos, encontrar el punto exacto en el que tienen su inicio, o mejor aún, dónde terminan. Es un pensamiento extraño, lo sé, pero creer que todo se repite, que todo es cíclico, que seguimos dibujando ochos eternos, excede mis expectativas. No quiero repeticiones, no deseo más de lo mismo ni dos tazas de caldo.

Y el sol aparece y desaparece...

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