El miércoles fui a ver la última entrega de las aventuras de Harry Potter. Ilusionada porque iba a empezar a contemplar cómo el protagonista pasa de la niñez a la adolescencia (cuanto me recuerda esta frase a esa otra de la canción de Julio Iglesias "de niña a mujer"; dios, qué mal!) y sufre las típicas crisis calimeras, por otro lado comprensibles, preguntándose porqué nadie le explica nada ni le hacen caso, cuando él es el que se ha enfrentado cuatro veces hasta el momento con el señor tenebroso, consiguiendo salir airoso de la contienda.
Chris Columbus marcó la pauta, Alfonso Cuarón lo bordó, Mike Newell bajó el listón y David Yates se lleva la palma con la peor adaptación que he visto nunca. Incoherencias de tiempo, escenas absurdas y transiciones nauseabundas para todos los gustos, siempre y cuando el gusto sea pésimo. Ya se entiende que condensar más de 700 páginas en 138' tiene su dificultad, pero lo que han hecho Yates y Goldenberg es demencial. Si fuera la Rowling les ponía un pleito por destrozalibros, aunque igual está tan harta que no le importa un pimiento lo que suceda de ahora en adelante. La sensación con la que salí fue que había visto un trailer y no la película en sí. Mi recomendación para los puristas de la saga es que se queden en casa, relean el libro y hagan uso de su imaginación, que no puede ser peor de lo que ha hecho este televisivo aterrizado en la gran pantalla. Mención especial para el guionista, que parece que en lugar de leerse el libro ha visto un resumen esquematizado, y no tiene ni repajolera de en qué orden van las escenas. A Yates y a Goldenberg les viene grande, grande, grande. Lamentablemente, parece ser que ya está confirmado para dirigir la próxima entrega (Cuarón, vuelve por favor!!!). Será acaso todo cuestión de libras esterlinas?
El miércoles era el cine y el viernes la hostelería.
Después de acompañar a Ra al aeropuerto (con lo poco que le gustaban los aviones a la niña, como se descuide, dentro de nada tendrá acciones de las compañías aéreas) mis dos caballeros favoritos me invitaron a cenar en un restaurante de la calle Princesa con nombre internauta: El Foro (si lo administrara yo otro gallo les cantara...)
Después de acompañar a Ra al aeropuerto (con lo poco que le gustaban los aviones a la niña, como se descuide, dentro de nada tendrá acciones de las compañías aéreas) mis dos caballeros favoritos me invitaron a cenar en un restaurante de la calle Princesa con nombre internauta: El Foro (si lo administrara yo otro gallo les cantara...)
Estaba lleno (Crisis? what crisis?) y aunque nos acomodaron en una mesa al poco rato, lo que tardaron en venir a preguntar qué queríamos para cenar daba para ver otra vez la película del miércoles y, si me apuras, la tercera del LOTR quitándole las batallitas. Una de las cosas que me molestan cuando voy a restaurantes es que el camarero intente hacerse el gracioso o, como pasó en este, que no me deje comer lo que me de la real gana. Si quiero unos raviolis de calabaza (estaban en la carta, lo juro; y muy buenos) con salsa a las cuatro pimientas (también en la carta), quién es él para decirme que con tal combinación voy a salir volando y no me la va a servir? Si la vomito en cuanto la pruebe, mi úlcera enloquece o se me instala una almorrana perpetua es asunto mío, no?
Cuando al cabo de unos 45' de habernos tomado nota, con el primer plato demorándose cual novia primeriza, uno de los caballeros le preguntó tímidamente si faltaba mucho, respondió de malos modos que estaban saturados y que había mucha más gente por atender (mientras yo me fijaba en los camareros profesionales que se estaban ganando el sueldo a pulso).
Servidora a esas alturas ya estaba más que indignada por el trato del impertinente con camisa a topos y pantalones de camuflaje (atuendo que no se correspondía ni con el del maitre ni con el resto de la plantilla, preguntándome de qué antro fashion lo habrían sacado) pero como mis dos acompañantes tienen un sentido del decoro que no casa con el mío y pretendían volver en un futuro próximo, me callé y no quise dar un espectáculo que habría eclipsado el de flamenco que se interpretaba en el sótano del local. Lo que me costó morderme la lengua y no poner en su sitio al petimetre que nos atendía! En fin, que si alguna vez entráis en este lugar y divisáis a un individuo lampiño, que no viste como los demás, paseándose mucho pero sin hacer nada, os aconsejo solicitéis una mesa donde no tengáis que ser atendidos por él, a no ser que estéis en buena disposición de ánimo para montar un escándalo como el que cantaba Raphael.
No todo son críticas destructivas. El domingo me subí a una moto (si, moto, con dos ruedas, manillar y marchas) y estuve dando vueltas como una posesa en el parking del Alcampo de Sant Adrià para ver qué tal se me daba eso de los cuatro tiempos. Mi principal duda era saber qué pie debía poner en el suelo si el derecho aprieta el freno trasero y el izquierdo cambia las marchas. Pero fue fácil. Lo menos que se puede decir de Fredi es que tiene paciencia, incluso me organizó un pequeño circuito para practicar de cara al exámen.
Para acabar de alegrarme el fin de semana, nada mejor que el que las hermanas adolescentes de tus amigas utilicen tu misma talla y actualicen su guardarropa más a menudo que windows los archivos. Ya no tengo espacio en el armario para guardar tantos trapos.
Se nota que estoy influenciada por Lucia...
Y colorín, colorado, el resumen se ha acabado.
Cuando al cabo de unos 45' de habernos tomado nota, con el primer plato demorándose cual novia primeriza, uno de los caballeros le preguntó tímidamente si faltaba mucho, respondió de malos modos que estaban saturados y que había mucha más gente por atender (mientras yo me fijaba en los camareros profesionales que se estaban ganando el sueldo a pulso).
Servidora a esas alturas ya estaba más que indignada por el trato del impertinente con camisa a topos y pantalones de camuflaje (atuendo que no se correspondía ni con el del maitre ni con el resto de la plantilla, preguntándome de qué antro fashion lo habrían sacado) pero como mis dos acompañantes tienen un sentido del decoro que no casa con el mío y pretendían volver en un futuro próximo, me callé y no quise dar un espectáculo que habría eclipsado el de flamenco que se interpretaba en el sótano del local. Lo que me costó morderme la lengua y no poner en su sitio al petimetre que nos atendía! En fin, que si alguna vez entráis en este lugar y divisáis a un individuo lampiño, que no viste como los demás, paseándose mucho pero sin hacer nada, os aconsejo solicitéis una mesa donde no tengáis que ser atendidos por él, a no ser que estéis en buena disposición de ánimo para montar un escándalo como el que cantaba Raphael.
No todo son críticas destructivas. El domingo me subí a una moto (si, moto, con dos ruedas, manillar y marchas) y estuve dando vueltas como una posesa en el parking del Alcampo de Sant Adrià para ver qué tal se me daba eso de los cuatro tiempos. Mi principal duda era saber qué pie debía poner en el suelo si el derecho aprieta el freno trasero y el izquierdo cambia las marchas. Pero fue fácil. Lo menos que se puede decir de Fredi es que tiene paciencia, incluso me organizó un pequeño circuito para practicar de cara al exámen.
Para acabar de alegrarme el fin de semana, nada mejor que el que las hermanas adolescentes de tus amigas utilicen tu misma talla y actualicen su guardarropa más a menudo que windows los archivos. Ya no tengo espacio en el armario para guardar tantos trapos.
Se nota que estoy influenciada por Lucia...
Y colorín, colorado, el resumen se ha acabado.
2 comentaris:
Yo quiero ir a ese restaurante, por supuesto contigo y quiero que nos atienda ese camarero....
te molesta tanto como a mi los camareros simpaticos, aunque luego me taches de borde
este no intentaba hacerse el simpático, era insufrible. Tu eres borde pero yo también lo soy, nunca lo he negado...
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