dimarts, 21 d’abril del 2009

Las Puertas Templarias - II

El martes nos dispusimos a emprender la segunda etapa del viaje, el recorrido propiamente dicho.

Ya no me acordaba de lo difícil que es desmontar la puñetera tienda Quechua!!

Temperatura baja, una niebla que te dejaba ver poco del paisaje y con agujetas hasta en la raíz del pelo.

Una vez íbamos dejando atrás el valle dónde estábamos, la cosa se despejaba y llegamos a Vezelay con sol.

La primera visión, desde la calle que desemboca en la iglesia:

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Y la sorpresa:

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Claro que, si hubiésemos ido con la lección aprendida, sabríamos que es uno de los puntos de partida del país vecino para realizar el camino de Santiago (para ellos Saint Jacques).

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La iglesia en sí es bastante peculiar.

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En el solsticio de invierno, los rayos de sol iluminan los capiteles esculpidos de la parte norte de la iglesia.

En el de verano, el sol entra por las ventanas altas y en el suelo se proyectan 9 rayos, formando un camino de luz hacia el altar.

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Sorprende que, siendo una basílica dedicada a Santa Magdalena, no haya ninguna referencia a la misma (con excepción de la cripta) dentro del edificio, así como tampoco hay ninguna representación de Cristo en el interior de la nave.

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El presbiterio es gótico y el resto románico, pero a nosotros nos dio la impresión de tener reminiscencias árabes.

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Según la historia, Bernardo de Claraval predicó la segunda cruzada en esta iglesia y allí se encontraron los reyes de Francia e Inglaterra antes de empezar la tercera. (parece ser que por aquí pasó todo quisqui, estaba más transitada que las Ramblas).

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Sea como sea, lo mejor está en la cripta, y no son precisamente las reliquias de Santa Magdalena. Si en el Mont Saint Michel las sensaciones eran potentes, aquí casi me tumban de espaldas. Fue entrar y ya tenía los pelos como escarpias y un dolor de cabeza terrible. Estaba lleno de "amiguitos". Después me enteré que se levantaba encima de una antigua cripta carolingia...

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Dimos la vuelta a la iglesia y recorriimos el parque adyacente. En el claustro, una anécdota que te hace volver de golpe a la cruda realidad; una monja con un aspirador limpiando el suelo de la capilla.

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