dimecres, 22 d’abril del 2009

Las Puertas Templarias - IV

Un gallo cantando a las tres de la madrugada, un frío capaz de helar el infierno y una niebla que más parecía puré de patatas... Ese fue el despertar del tercer día.

Después de la lucha a brazo partido con nuestro particular jinete del apocalipsis (o sea, la jodida tienda!), el resto se convirtió en coser y cantar.

Encontramos aparcamiento cerca del mercadillo, de un Carrefour y, por supuesto, de la catedral.

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Los pórticos, sin ser tan impresionantes como los de Reims, no dejan de ser espectaculares.

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Vuelven a aparecer los signos del zodiaco, con paralelismos entre éstos y las labores agrícolas

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Notre Dame de Amiens es inmensa, aunque por fuera no dé esa sensación. Según la información que facilitan, caben dos como la de París. Una vez dentro si que te das cuenta de las proporciones descomunales.

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A los señores flamígeros les debía sobrar una partida de pan de oro, y como no sabían que hacer con ella, decidieron emplearla toda aquí dentro.

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Pese a tanta ostentación, el coro es una maravilla.

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Tiene su particular laberinto, que yo no me molesté en recorrer (esperando al de Chartres), pero él sí.

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Quizá sea la catedral menos "misteriosa" de cuantas aparecen en el libro "Las Puertas Templarias"

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