dilluns, 3 de juliol del 2006

Cantos de sirenas

Cuanto frío! Casi he creído divisar tres osos polares y una familia de pingüinos remoloneando cerca para hacerme compañía.
Ulises ordenó llenar de cera los oídos de sus marineros y se hizo atar al palo mayor del barco para no sucumbir a los cantos de las sirenas. No me repasé esta parte de mitología a tiempo. Como siempre, llegando tarde a todo.
El croar de las ranas suele ser algo mucho más tangible y real que esos bellos cantos sirenios que enturbian la mente y hacen zozobrar el barco.
Ra, que tiene mucho criterio para mis cosas, pero menos para las suyas (mujer de poca fe), opina que nada que tenga que ver con "la cosa" puede ser bueno. Estarás en lo cierto otra vez? Tranquila cariño, no es un condicionante a la espera de ratificación por parte de sensei David, es únicamente ese beneficio de la duda que, en principio, debería otorgársele a todo ser humano, aunque me atrevería a decir que tu margen de error es mínimo.
Alguien ha oído el canto de un fénix? según cuentan, el dolor se mitiga cuando él llora, pues la música se oye dentro de uno mismo... Podéis conseguirme a Fawkes para el 15?
Galimatías sin sentido. Acoso y derribo. Esperemos que el conductor de la excavadora sea cegato y no vea el cartel de "prohibido tocar". Banalidades. Juegos. Palabras y más palabras que se lleva el viento, proferidas en incendios fugaces, dirigidas a cielos equivocados.

El cuento:

En una ciudad azul,
donde todo era azul,
debajo de un árbol azul,
descansaba sobre un césped azul,
un hombre azul
todo vestido de azul.
El hombre se desperezó
y abrió sus ojos azules al cielo azul.
De pronto vio recostado a su lado
a un hombre verde,
vestido de verde.
El hombre azul, entre sorprendido y asombrado le preguntó:
- ¿Y usted qué hace aquí?
- ¿Yo? - contestó el hombre verde - Me escapé de otro cuento porque allí me aburría.

Lo que algunos hacen para no aburrirse...

La poesía:

Gente

Hay gente que con solo decir una palabra
enciende la ilusión y los rosales;
que con solo sonreír entre los ojos,
nos invita a viajar por otros mundos
y permite florecer todas las magias.

Hay gente que con solo dar la mano,
rompe la soledad, pone la mesa,
sirve el puchero, coloca las guirnaldas;
que con solo empuñar una guitarra
te regala una sinfonía de entrecasa.

Hay gente que con solo abrir la boca,
llega hasta los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueños,
hace cantar el vino en las tinajas.
Y se queda después como si nada.

Y uno se va de novio con la vida,
desterrando una muerte solitaria,
pues sabe que a la vuelta de la esquina,
hay gente que es así, tan necesaria.


Hamlet Lima Quintana

La canción:

"La petite sorcière malade" - Julien Clerc