dissabte, 10 de març del 2007

Close Encounters of the Third Kind

Qué estaba haciendo que no celebré el día internacional de la mujer trabajadora? Pues, como estaba mandado, trabajar. Tuve un ataque de hiperactividad y me dediqué a cambiar muebles de sitio hasta quedar más o menos satisfecha con las modificaciones. Además de mesa, ya tengo sofá y en mi comedor se puede bailar el vals.
No haré un discurso político ni feminista sobre la desigualdad que todavía existe, que se fomenta. Unicamente una reflexión para esos hombres y también mujeres que educan a sus hijas imbuyéndolas en el concepto de que en el futuro, cuando ellos falten, alguien las va a mantener. Realmente queréis eso en lugar de preferir que sean independientes y puedan tomar decisiones por ellas mismas? No creéis que ya hay demasiadas "cenicientas" para que se fomente aún más dicho status? Olvidad el rosa y azul para enarbolar el verde, amarillo y malva.

Un paréntesis. Gale Harold, de QAF en uno de sus momentos estelares.




Leyendo "Delta de Venus" de Anaïs Nin me he tropezado con otra de esas frases de impacto:
"-No puedes verlo tal como es; no puedes ver a nadie como realmente es. Él tiene que decepcionarte a la fuerza, porque tú estás esperando a alguien-"

Aunque no tengan ni la más remota idea de quién es, ni de cómo es, ni cuando aparecerá, hay personas que se pasan la vida esperando que aparezca ese "alguien". Y le han conferido tan altas cualidades que existen pocas posibilidades de que realmente tropiecen con él o ella, así que malgastan una preciosa vida pasando de largo ante las oportunidades que se les ofrecen. Conozco gente así, uno en concreto que, quién sabe si poseído por el espíritu de los neo-románticos, surca los espacios siderales en una perpetua búsqueda del imposible, sin pararse a meditar si lo que tiene a la vista no será lo que persigue enconadamente, aunque no sea exactamente como se lo imaginaba.

Como dijo Chaplin, pensamos demasiado y sentimos muy poco. Quizá cambiaríamos algo nuestras grises existencias si nos aventuráramos a dar un primer paso que nos conduzca al infinito, sin pararnos a pensar en las consecuencias de ese paso. Si nos metemos en un charco, recurrimos a la lavadora para arreglar el entuerto. No existen sondas para lavar el corazón, pero siempre se puede apelar a la supervivencia.





Y ahora, como merecido descanso, me voy al Camp Nou a descargar adrenalina.