Cada vez lloro menos. Igual es porque bebo muy poca agua y mi cuerpo no quiere desperdiciar la irrisoria cantidad que ingiero de cualquier forma. Si esto fuera la serie "érase una vez..." veríamos a hematíes, leucocitos y bacterias con casco, hablando entre ellos para decidir qué hacían con el líquido.
También puede ser porque ya me he acostumbrado a que las cosas vayan lo peor posible, así no hay espacio para los sobresaltos. Es como el péndulo de Newton. Basta con que la primera se mueva para provocar el movimiento de la última.
La semana ha sido horrible. Con mi madre ingresada, la preocupación por la próxima intervención quirúrgica y los riesgos que conlleva, discutir con los cirujanos, el cansancio que se va acumulando, el mal humor que te invade... como para irme de rositas. Y aún así tengo la sensación de que me he multiplicado para poder hacer todo lo que tenía pendiente.
Marioneta en la cuerda, frágil equilibrio.
En ocasiones las vías convergen en un punto determinado y corren paralelas; otras divergen y nunca más vuelven a encontrarse. Ya ha pasado antes y volverá a suceder.
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