divendres, 14 de desembre del 2007

A Few Good Men



Si por la noche suelo ser sarcástica, por las mañanas es cuando la lucidez hace acto de presencia en mi descansado cerebro. Por eso siempre digo que un día de estos me voy a pegar la gran leche, porque es mientras voy en moto, con el aire gélido azotándome el rostro, que veo las cosas tal y como son. Y cuando no son halagüeñas me pongo a llorar como una estúpida y ya no veo lo que tengo delante. Si además el sol me da de lleno en la cara se da la perfecta combinación para que me toque el gordo de los tortazos.


Hay hombres con la misma sensibilidad que el amoniaco. Hace poco conocí a uno que, aunque no se daba cuenta, era un agresor verbal. No, en ningún momento me insultó. Era por cómo sonaban sus frases. Tajantes. Bruscas.

A veces hay que andar por el sendero tortuoso para llegar a la casa del lago en lo profundo del bosque. Ra me dijo el otro día que le transmitía tranquilidad porque era una de las pocas personas que cuando nos veíamos no le contaba problemas, solo quería verla para disfrutar de su compañía. No sé si se dió cuenta de mi media sonrisa. Por qué antes me agotaba con tanta facilidad y quería escaparme? por el mismo motivo que aduce ella. Ahora es distinto. Ahora puedo escuchar durante horas y no convertirme en Atlas. Y si antes iba a Olot a hacer una cura de desintoxicación psicológica de cuanto me rodea, ahora ya solo voy por placer.

Mi visión budista de las preocupaciones que me atañen, o mejor, que atañen a la gente que amo, hace que pueda mantenerme a la distancia necesaria para no hacer míos sus problemas y duerma tranquila. La verdad es que ayer mucho no lo estaba, pero por suerte gozo de un entorno social maravilloso y si lo que quiero es desmigajar pensamientos, realizar comparaciones y debatir ideas, solo tengo que levantar el auricular. A veces únicamente me servirán como espejo, porque mi cabeza loca ya ha puesto del derecho y del revés todos los ángulos. Otras me aportan datos en los que pensar. En algunas ocasiones ni siquiera tienen que decir nada, porque los silencios son más que elocuentes, pero siempre me ayudan a tomar decisiones importantes. Mi opción prioritaria después de meditarlo mucho, es no hacer nada, aunque sin descartar todas las ocurrencias que tuvimos de madrugada. Esta mañana me reía de lo analíticos que somos, de lo que se nos llega a ocurrir cuando realmente nos interesa llegar a alguna parte y de lo que cambia mi estado anímico después de contrastar pareceres con alguien totalmente objetivo. No es como sensei David, pero puede llegar a serlo...

Únicamente me toman el pelo cuando así quiero que lo hagan. Pensar que antes o después no se me encenderá la bombilla si que es de ingenuos. Por eso, un poco de honestidad no iría nada mal.