dimarts, 28 d’octubre del 2008

The Devil-Ship Pirates


Discover James Morrison!


La semana pasada cayó en mis manos una revista enfocada al mundo de los negocios, donde aparece un escrito que me ha hecho reflexionar respecto a mi situación laboral. Podéis leer el artículo al que me refiero aquí. El título ya dice mucho sobre lo que podréis comprobar a posteriori: Se prohíbe desmotivar. Y es cierto, muchas empresas intentan, incluso lo consiguen, motivar a sus empleados, pero no piensan en cómo no desmotivarles.

Mientras leía asentía inconscientemente, dándome cuenta de que en mí habitan todos los síntomas del trabajador desmotivado, sin ser una hipocondriaca laboral. Ni iniciativa ni decisiones. Y para alguien acostumbrado a pensar y actuar en segundos, es como si a Usait Bolt le apareciera de la nada un muro en plena carrera. Nunca me ha gustado que me frenen, prefiero estrellarme contra la pared la primera vez y, a partir de ahí, dilucidar si debo rodearla, saltarla, coger la maza y construír una puerta o sencillamente ponerle una pizca de trinitrotolueno y deshacerme de ella.

En fin, que me ha gustado el escrito y no puedo más que estar de acuerdo con lo que suscribe.

Pero mi desmotivación no abarca estrictamente la parcela laboral. Es tiempo de recuerdos. Sigo escuchando a James Morrison y por asociación recuerdo a alguien que, queriéndolo o no, dejó una impronta agridulce e imborrable. La música que suena es como él: fuerte, elegante, adictivo, singular. Inolvidable. El único capaz de despertar a esta narcoléptica que ha hecho de su casa su castillo, que se parapeta tras las almenas para contemplar el cielo y baja a las mazmorras cuando precisa olvidar.


Y debo olvidar. Porque es difícil continuar el camino con una mochila cargada de recuerdos. Porque a fuerza de recordar va tomando forma, relegando a los que quedan a un presente desdibujado, confiriéndoles la cualidad de espectros.

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O el espectro soy yo, naufragando en aguas del pasado, arribando a la isla fantasma donde no espero que nadie me rescate, porque allí se halla el tesoro perdido.