diumenge, 12 d’abril del 2009

A window to the sky - Parte 2



Algo más tarde me armé de santa paciencia para hacer cola y entrar en la casa Milà, mundialmente conocida como "La Pedrera". Recuerdo vagamente haber estado en uno de los sótanos, escuchando un concierto (que escogí yo) de un grupo del cual no quiero acordarme por lo espantosos que eran. Hasta ahí mi experiencia con la "casa" por antonomasia de Gaudí.

No es lo mismo verla en fotos ni hacer el recorrido virtual que hallarse, como Jonás, dentro de la ballena. La Pedrera es de una elegancia exquisita.

Desde la puerta de entrada, la barandilla, el techo del vestíbulo... todo ensamblado con una delicadeza de detalles rayanos en el paroxismo.

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Los patios de luces gemelos, obscenamente luminosos, te franquean el paso hacia el interior.

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Una vez en el museo, la maqueta, los audiovisuales, el arco catenario, sus prototipos funiculares invertidos muestran al visitante el loco genial que era el constructor.

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La terraza es otra manifestación, aún no sé muy bien si de imaginación formidable o alienación paranoide.

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Extraño que, mires desde dónde mires, en el horizonte, además del mar y el paisaje de edificios colindantes, predomine una imagen: La Sagrada Familia. Casualidad o propósito?

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Bajamos al apartamento que más parece un laberinto en el que jugar al escondite por la cantidad de vueltas y recovecos. Partes nobles, despachos, estancias de servicio, baños y muchas, muchas camas, que instaban a sacar nuestra parte más morbosa y sobre las que bromeamos.

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Un power point bien interesante que he tomado prestado, con fotos de todo lo que vimos.

Una, que ya no está para estos trotes de para, camina, para, camina, llegó a casa hecha unos zorros, mientras me mentalizaba para lo que, supuestamente, tocaba el día siguiente.